EL PASO DE PLÁCIDO DOMINGO POR EL COLÓN.
El Jueves 24 de marzo me llega un mensaje de una de las bailarinas del Ballet Estable del Teatro Colón diciendo que le avise a mi madre (su amiga y compañera de trabajo) que Plácido Domingo estará cantando a las seis de la tarde en el escenario del Colón para los trabajadores del teatro, a quienes se les permitirá ingresar con un acompañante. Inmediatamente luego de transmitir el mensaje averiguo cómo es el asunto, hablando con uno de los músicos que están en el ensayo general con Domingo, al pie del Obelisco. Él me dice que el cantante no ha llegado, que está retrasado. Ninguno de los músicos parece estar enterado, y los miembros del coro tampoco. Sólo los integrantes del Ballet Estable han recibido una notificación por mail de su coordinación. Finalmente, decidimos ir igual. Mi padre va a entrar conmigo como acompañante y mi madre con mi hermana. En caso de no haber espectáculo, volvemos a casa: nada que perder.
Una vez que llegamos al Teatro nos damos cuenta de que es evidente que Plácido Domingo cantará. Se escucha la música de la orquesta que está en ensayo en el Obelisco. Luego de encontrarnos con conocidos y amigos de mis padres, algunos con sus respectivos hijos, finalmente entramos. Dentro del edificio saltan a la vista las remodelaciones que se hicieron en los más de tres años que estuvo cerrado. Yo hablo, por supuesto, de la zona del Teatro por la que entran los trabajadores habitualmente, la de la entrada por Cerrito. Yo pasé toda mi infancia y parte de mi adolescencia yendo y viniendo, entrando y saliendo del Colón. Jugando en los camarines del Ballet, corriendo por las escaleras, probándome los trajes y tutús de mi mamá, observando funciones desde el costado del escenario. Lo primero que echo en falta es la puerta giratoria de la entrada. Después puedo ver todo el sistema de tarjetas magnéticas instalado, el cual consta de aparatos similares a los del subte (sistema de tarjeta-barrera). Uno pasa la tarjeta, ésta es leída y así se le permite la entrada. Luego vamos caminando por los pasillos que yo no he atravesado hace cuatro años... Pese a que son -en un sector- muy amplios (la zona más remodelada), la comparación de los mismos con los de un hospital es inevitable. Luego sí, el Teatro es como era antes pero visualmente (y no dudo que estructuralmente) mejorado. ¡Qué recuerdos me vienen a la cabeza, caminando esos lugares!
Minutos más tardes estamos sentados en la platea. Eso sí, a la sala principal del Colón ya he podido ir el año pasado. Pero a los palcos, no a la platea. Y no hay nada como la platea. Ahí esperamos a que llegue Plácido Domingo. Estamos temprano. Él vendrá a las siete, son las seis y cuarto. Entre los comentarios que hacemos con mi madre acotamos que ha cambiado la tela de las butacas, el terciopelo. Claro que ahora es más segura, no inflamable, pero se extraña... Lo mismo nos pasa con las lámparas rojas del escenario: decimos que capaz su ausencia se debe a una cuestión estética, que quizás se ve mejor así, pero se extrañan...
Aproximadamente a las siete y cuarto (no puedo asegurar con toda certeza la hora, no estaba pendiente de la misma) entra el señor Plácido Domingo, no por el escenario como era de esperarse, sino por el fondo del pasillo, y va caminando seguido de altos funcionarios del teatro, entre los cuales está el director, Pedro Pablo García Caffi.
El Maestro Domingo sube al escenario y dice, entre otras cosas, lo siguiente: “Quiero darles mis buenos deseos para que la situación en la que hoy se vive sea resuelta con la buena voluntad de todos, la fuerza de todos, sobre todo con la pasión de todos; y que no se vuelva a cerrar un teatro, es decir, que no se quede un teatro lleno de gente sin que haya una función. Eso no puede ser”. “Bueno, nada más decirles que esperamos que de cualquier manera puedan gozar esta noche el concierto, y pronto nos veremos aquí, cantando en este bellísimo teatro.”.
A continuación, baja al podio del director y dirige al Coro Estable del Teatro, que está sobre el escenario. Acompaña en el piano Marcelo Ayub. Luego, sube al escenario y, para sorpresa de muchos, no canta de solista, sino que sube las gradas junto con los coristas y se integra a su sector: el de los tenores. Desde allí canta con todo el conjunto (no puedo dejar de decir que en una parte de la interpretación uno se emociona con la voz del cantante que, aunque no quiera, siempre es distinguible).
Podemos salir desilusionados en el sentido de que no nos cantó él solo a nosotros. Pero no creo que ese haya sido su punto de vista al hacer lo que hizo. Para mí quiso demostrar que él puede dirigir, estar al mando, tener “el poder”, tanto como integrarse al grupo, mezclarse con el resto, ponerse en el lugar del otro, “ser uno más”.
Sobre el conflicto del Teatro, Plácido Domingo dijo lo siguiente: "Entiendo a las dos partes. Entiendo los problemas desde todos los puntos de vista. En un teatro de la importancia del Colón, siempre alabé la gran fuerza de esos dos pilares, que son la orquesta y el coro: siempre me impresionaron y como les he expresado, yo estoy con ellos de cualquier manera".