martes, 21 de junio de 2011

¿Vamos al cine?

        El mes enero del año 2009 estaba resultando aburrido. Los días de Laura y Rosario ya eran monótonos. Demasiadas vacaciones, nada que hacer… Había que organizar una salida. Una salida para juntarse y divertirse un rato.
        Decidieron ellas entonces ir al cine. Después de acordar un día, el tema fue elegir la película (porque vale destacar, Laura y Rosario diferían bastante en sus gustos). Sin embargo esta vez la decisión fue unánime: ambas coincidieron en que querían ir a ver “Harry Potter y el Misterio del Príncipe”, dado que el film anterior de dicha saga había resultado muy bueno.
        Acordaron encontrarse en el Shopping Abasto de Buenos Aires, al mediodía del sábado de esa semana. Así lo hicieron, y luego de comer se dirigieron hacia la zona de los cines del centro comercial. Era temprano todavía para ver la película, ellas tenían que sacar las entradas. Al acercarse al mostrador para ser atendidas, la mujer detrás del vidrio les dijo que le sería imposible venderles las entradas a no ser que ambas presentaran sus documentos, ya que la película era sólo apta para mayores de trece años. Como las chicas no llevaban consigo sus documentos, no pudieron ver la película. Indignadas, comenzaron a leer la cartelera del cine, con la esperanza de encontrar otra película que ver. Al no hallar ninguna que valiese la pena, decidieron no comprar entradas en el cine, y recorrer el shopping.
        Al mes siguiente, durante una charla telefónica, ambas acordaron ir al cine nuevamente. Esta vez llevarían sus respectivos documentos. Se encontraron una vez más en el Abasto, este día con un ex-compañero del colegio, Tomàs. Harry Potter ya no estaba disponible en el cine, desde hacía una semana. Procedieron los tres, entonces, a leer la revista del cine, en la cual estaba la sinopsis de cada película en cartelera. No parecía haber ninguna digna de ser vista, pero ante la duda leyeron una y otra vez el listado. No: definitivamente, no había ninguna. Pero ellos querían ir al cine. Irían a ver lo que fuera, pero irían.
        Al cabo de treinta minutos se encontraban los tres sentados en las butacas de la sala de cine, con pochoclos, gaseosas, confites… Charlando, poniéndose al día con las novedades… Hasta que la disminución de las luces en la sala marcó el momento de hacer silencio: “Madagascar 2” estaba por comenzar.